Tras un par de meses en los que intenté hacer más de lo que
podía y estuve a punto de colapsar, la semana que pasó por fin bajé, al menos un poco,
las revoluciones. Me permití nuevamente caminar lento y detenerme cuantas veces
un destello de belleza, grande o pequeño, evidente o sutil, se estrellara
contra mis ojos y me quitara el aliento.
Acepté la invitación de unos amigos para ir a conocer la laguna San Nicolás cerca a Namora, un pueblito como a 1 hora de Cajamarca.
Comí helados, trucha frita (olvide tomarle foto) y algo que aquí llaman alfajor, aunque sigo buscando el porque.
Encontramos en el camino, restos fósiles de la extinta vida marina que alguna vez hubo aquí.
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Helado artesanal de Namora. |
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Seudo alfajor. |
Encontramos en el camino, restos fósiles de la extinta vida marina que alguna vez hubo aquí.
Fuí a mi segunda casa en esta ciudad, la de una familia que me ha adoptado como una hija más y ayudé a preparar cachangas en la cocina de leña. Comimos dulce de chiclayo, una especie de calabaza según me parece por su forma. Y terminamos de ver la ultima temporada de Sherlock Holmes
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Cachangas fritas. |
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Dulce de chiclayo. |
Y así más o menos es como va mi vida. Simple, feliz, llena
de gente, detalles y momentos que le dan sentido a todo.
Nos vemos en el camino.
Y recuerda, si sientes un vacío dentro de ti, quizá te haga falta hacer cosas por otros o puede que solo tengas hambre.