Es un hermoso lugar. El olor a tierra mojada evoca mi infancia, el intenso azul del cielo me roba una sonrisa y el susurro del río se adhiere
sutilmente al canto de las aves. La música empieza, la banda sonora
de un momento sublime. Levanto la mirada y ahí estas, mirándome dulcemente, yo
dispuesta a bailar contra todo pronóstico, imposible negarme en circunstancias
tan utópicas. Llevo puesto un vestido sesentero, acampanado y de flores de esos que tan segura me hacen sentir. Tomas
mi mano y giramos, somos tan ligeros que casi siento flotar. Entonces vuelvo mi
mirada a la tuya y… eres alguien más. Mientras seguimos bailando y en cada
parpadeo te veo ser tantas personas que empiezo a dudar de
quien soy, algo no anda bien, aun así el momento no ha perdido su encanto.
De pronto todo se llena de armas y la escena se nubla. Nos envuelve una atmósfera de terror…
terroristas israelíes! ¿Qué hacen aquí? ¿Qué es todo esto? Nuestras manos se
sueltan, se pierden la una a la otra, no floto más estoy inmóvil, abro los
ojos, despierto. Ha sido un descabellado sueño, una fusión inconsciente
de películas de amor y documentales vistos durante la semana.